En agosto, dos conciertos de gala de la OSC
En dos semanas, la Orquesta Sinfónica del Cusco, ha ofrecido dos conciertos de gala. En el primero se presentó la música de Mendelssohn, Sibelius y Smetana (con la participación del violinista Sasha Ferreira); en el segundo, la música de Haydn, Vivaldi, Bottesini, Saint-Saens, Guevara Ochoa y Johann Strauss (los solistas fueron Mario Escoto, Alejandro Serna y Armando Rangel). Ambos, eventos valiosos y significativos.
La OSC no sólo presenta obras musicales y entretiene al público cusqueño; su mérito no consiste en llenar el primer teatro de nuestra ciudad en un día de difícil movilización por problemas coyunturales, pues su labor reside, más que en difundir la cultura nacional y universal, en educar. Educar a niños y jóvenes y también a adultos en cuestiones musicales, artísticas y culturales. Desde la enseñanza práctica de los distintos instrumentos que conforman una orquesta sinfónica, hasta la forma de comportarse en un auditorio o cualquier otro recinto cultural. Hace un par de años, la mayoría de personas que asistía a sus conciertos, tomaba como un fastidio el hecho de reservar los aplausos para el final de una obra; diferenciar el final de un movimiento y de una obra no era sencillo muchas veces. El público cusqueño ha ido aprendiendo (el proceso aún continúa) que la música instrumental no es –como diría Satie:– «música de mobiliario», e iría entendiendo que, en un concierto sinfónico, el protagonista y el hecho más importante es la ejecución musical y hay que enfocarle la mayor atención posible. No se asiste a un teatro para otra cosa que no sea presenciar cuidadosamente el suceso artístico que tiene lugar en el escenario. El público de esta ciudad, ha ido aprendiendo, también, que la presencia de niños menores de siete años, por lo general, distrae y desconcentra a los demás asistentes, sobre todo a los que están interesados en apreciar detenidamente la interpretación de los músicos. Conversar en plena ejecución musical, comer, dejar el celular activo y contestar llamadas durante el evento, son muestras de un bajo nivel cultural y una falta de respeto tanto a la audiencia como a los profesionales del arte, quienes realizan su trabajo en escena evidenciando el resultado de largas jornadas de ensayo; lo cual merece, si no es gratitud, al menos respeto.
Así, con motivo de hacer arte, la OSC emprende una cruzada, directa o indirectamente, comprometida con la educación de los cusqueños. Y ésta manifiesta resultados. Casi cinco años de labor y el público aún está comprometido con las actividades de la OSC; así se entiende cuando el teatro se abarrota de asistentes en un día en el que el transporte y la movilización es un hastío. Los espectadores, de a pocos, van aprendiendo a respetar los silencios de la sala, a aplaudir cuando se debe y, lo más importante, apreciar el desenvolvimiento de los instrumentistas músicos. Esto último se hace mucho más eficiente cuando delante de la Orquesta Sinfónica del Cusco se desenvuelve un músico virtuoso. Sasha Ferreira ha conmovido. Su talento lo supo apreciar el público asistente. Tanto así que no culpo a quienes aplaudieron al finalizar el primer movimiento del Concierto para violín de Mendelssohn. Una de las obras más reconocidas y ejecutadas en la historia de la música universal ha sido interpretada eficazmente por un violinista que estaba a la altura de las exigencias del magnum opus. El Concierto de Gala número diez, nos presentó a otros excepcionales solistas. El contrabajo de Armando Rangel llamó la atención y gustó. Y el dúo Escoto-Serna, que interpretó el Concierto en La menor de Vivaldi, alcanzó performance de alto nivel estético. La música europea fue la que acaparó estos dos últimos conciertos de la OSC; fuera de nacionalismos, debemos considerar que de compositores de música universal tenemos mucho que aprender, como músicos o como espectadores cultos; es, pues, necesaria la difusión del clasicismo musical y del Barroco y del Romanticismo. Empero se ha considerado a un autor cusqueño: Armando Guevara Ochoa, en el último concierto. La sugerencia es que se equilibre el programa con un tanto más de música andina, peruana y cusqueña. Soy consciente que para ello, se necesita de un trabajo adicional y más profundo: el de rescatar las partituras de nuestros compositores, de orquestarlas, y de incentivar la realización de nuevas propuestas, para no quedarnos repitiendo el mismo repertorio cuando de música cusqueña se trata.
Un nuevo agradecimiento a esta institución artística, a su director, a los músicos invitados, solistas, y al maestro Francisco Pereda por volvernos a presentar otro concierto memorable.
Como una acotación: La idea de adjuntar en los programas de mano imágenes de pinturas como la de John Constable y la del Canaletto, es ilustrativa; lo digo en el sentido de aporte que ayuda a motivar la percepción estética, pues no considero que ambas imágenes se hayan empleado sólo para llenar espacios o decorar los programas. Pero es posible que la temática de las imágenes compatibilice más con el repertorio.
Galería de Fotos
Comentarios
Publicar un comentario